La Virgen del Carmen y las Ánimas del Purgatorio


En este caso, esta obra que etiqueto como correspondiente al apartado de Detalles Interiores, conviene aclarar que está más interior que de costumbre porque se encuentra en la sacristía de la iglesia del Carmen, lo que dificulta poder acceder a ella.

Es un lienzo de la Virgen del Carmen socorriendo a las Ánimas del Purgatorio, de finales del siglo XVII o principios del XVIII.

El centro de la composición lo ocupa la Virgen del Carmen con hábito carmelita. Sedente, su pie derecho se apoya sobre un querubín y su mano izquierda en uno de los angelotes que se asoman por ese lado. Su mano derecha introduce delicadamente el escapulario en la zona inferior donde se encuentran las almas atormentadas. Un ángel mancebo en primer plano une ambos espacios, mientras que tras la Virgen se sitúan un coro de ángeles portando instrumentos.

Quisiera destacar varios detalles que me han llamado la atención. Por una parte la mirada de la Virgen hacia el espectador, que parece querer mostrar su poderosa intercesión por las almas que sufren en el Purgatorio y resulta como una invitación a acudir a Ella y a portar el escapulario. Si nos fijamos en este objeto protector, vemos que, con su sola presencia, alivia el rostro de uno de los personajes que se encuentran padeciendo y que, embelesado, tímidamente dirige su mano para aferrarse a él.

Estas propiedades salvíficas de el escapulario, parten de la tradición de la aparición de la Virgen del Carmen a San Simón Stock, a quien se lo entrega y le  promete que todo aquel que lo lleve en el momento de su muerte, se salvará (1)

Esta visión catequética que podemos ver en el cuadro, es un reflejo de la doctrina que se está difundiendo en obras literarias contemporáneas de la pintura (2), donde redundan en las virtudes del escapulario, afinando hasta el punto de que la liberación de las penas del Purgatorio se produciría el sábado inmediato a la muerte. Este es el conocido como Privilegio Sabatino, también transmitido directamente por la Virgen al Papa Juan XXII y que éste proclamó en la llamada Bula Sabatina.

Por último, no quiero dejar pasar los dos personajes que aparecen en la parte inferior derecha, que parecen un tanto insensibles a todo sentimiento, y que incluso uno de ellos también mira al espectador como con curiosidad ante nuestra reacción en la contemplación de esta obra de arte.
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(1) Giorgi, Rosa. Santos. Los Diccionarios del Arte. Editorial Electa

(2) Padre Fray José de Santa Teresa. Flores del Carmelo. Madrid 1678

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