domingo, 25 de abril de 2010

Floristas (Joaquín Sorolla)

El Museo de Cádiz ha ofrecido hoy, en la pieza del mes, la oportunidad de conocer una obra de su importante pinacoteca; “Floristas” de Joaquín Sorolla. El encargado de la presentación de esta pieza ha sido el Profesor Fernando Pérez Mulet, que demostró su conocimiento sobre el pintor y su trayectoria –mostrando varias de sus obras- y sobre todo, lo que es muy de agradecer y que debe ser esencial en este tipo de conferencias: que trató y comentó la pintura en cuestión.
Miré en el catálogo del entonces Museo de Bellas Artes de Cádiz de 1952, realizado por D. César Pemán y Pemartín, Director del Museo, y en el catálogo del luego llamado Museo Provincial de Cádiz, que es una reedición del anterior. En ambos aparece catalogado con el número 431 como se puede ver arriba de la pintura, y con el título “Figuras bajo un emparrado”. La descripción del catálogo dice así; Dos mujeres arreglan flores en una mesa, una tercera tiene un niño en sus brazos, mientras un hombre da de beber a una caballería el agua extraída de un pozo. En primer término unos patos. Firmado: Sorolla 1891. T. 0,255 x 0,345 m. Interesante por su temprana época. A pesar de se pequeño tamaño y minuciosa factura revela ya un concepto y un modo de tratar en grande el asunto: el color del mayor interés para el estudio de la evolución del maestro valenciano.

El Profesor Fernando Pérez Mulet nos ha enriquecido esta información, añadiendo que en la tablita vemos a un Sorolla joven, conformando su estilo, en una etapa de formación previa que llevaba una vía que rompió a raíz de su estancia en Jávea y que deparó otra estética (luz levantina, blancos y azules, luminista) De todas formas, desde un inicio se comprueba cómo era un consumado técnico y conocedor de la estructura de un cuadro.

La temática es la propia de la pintura de este periodo. El costumbrismo está muy de moda porque la burguesía compra este tipo de pintura para decorar sus casas y disfrutar así cómodamente de unos sitios y ambientes que están distanciados de la ciudad y sin los inconvenientes para acceder a ellos.

Además la fotografía, que capta también esos ambientes, va muy unida a la pintura. De hecho el cuadro tiene una visión fotográfica, donde se puede apreciar unos 3 ó 4 metros de profundidad de foco. El pilar marca la distancia entre el brocal y el otro plano con las floristas. El emparrado está hecho con pequeñas pinceladas para indicar que hay una luz fuera que entra entre los pequeños huecos que deja e ilumina el cuadro con sus tonalidades.

Por último me interesó mucho saber que el cuadro una vez pintado, en 1891, fue presentado a una exposición gaditana y ese mismo año se compró con fondos provinciales para enriquecer el museo gaditano. Con él se completa una galería de artista locales y nacionales de gran nivel.

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