
El Profesor Fernando Pérez Mulet nos ha enriquecido esta información, añadiendo que en la tablita vemos a un Sorolla joven, conformando su estilo, en una etapa de formación previa que llevaba una vía que rompió a raíz de su estancia en Jávea y que deparó otra estética (luz levantina, blancos y azules, luminista) De todas formas, desde un inicio se comprueba cómo era un consumado técnico y conocedor de la estructura de un cuadro.
La temática es la propia de la pintura de este periodo. El costumbrismo está muy de moda porque la burguesía compra este tipo de pintura para decorar sus casas y disfrutar así cómodamente de unos sitios y ambientes que están distanciados de la ciudad y sin los inconvenientes para acceder a ellos.
Además la fotografía, que capta también esos ambientes, va muy unida a la pintura. De hecho el cuadro tiene una visión fotográfica, donde se puede apreciar unos 3 ó 4 metros de profundidad de foco. El pilar marca la distancia entre el brocal y el otro plano con las floristas. El emparrado está hecho con pequeñas pinceladas para indicar que hay una luz fuera que entra entre los pequeños huecos que deja e ilumina el cuadro con sus tonalidades.
Por último me interesó mucho saber que el cuadro una vez pintado, en 1891, fue presentado a una exposición gaditana y ese mismo año se compró con fondos provinciales para enriquecer el museo gaditano. Con él se completa una galería de artista locales y nacionales de gran nivel.